España en guerra: la zona nacional by Ricardo de la Cierva

España en guerra: la zona nacional by Ricardo de la Cierva

autor:Ricardo de la Cierva [Cierva, Ricardo de la]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1997-10-31T16:00:00+00:00


El importantísimo Decreto

de Ordenación Triguera

No quiero esperar al Episodio dedicado a la economía de guerra para incluir esta referencia a la ordenación triguera, porque ésta se reguló mediante un decreto de enorme importancia política y social, recibido, sobre todo en Castilla, con entusiasmo desbordante.

El 11 de agosto de 1937 regresaba de su breve exilio portugués el dirigente carlista Manuel Fal Conde para dedicarse, según declaró, a cooperar en el esfuerzo de guerra. Franco concedía a la United Press unas declaraciones de corte populista en las que dijo: «Nuestro régimen tomará de los autoritarios el principio jerárquico; tendrá al mismo tiempo características nacionales definidas.» El Régimen impondría el deber junto al derecho; mantendría las mejoras sociales adquiridas; y «no negocia con los votos de los obreros ni con la protección de los bancos».

Se conoce a mediados de agosto el robo de tres cuadernos de memorias de Azaña custodiados imprudentemente en el Consulado de Ginebra por el cuñado de Azaña, Cipriano de Rivas Cherif; Franco encargó al periodista Joaquín Arrarás la conversión de esos diarios en arma de guerra; acaban de recuperarse cuando se escriben estas líneas.

El 15 de agosto Franco firma un artículo en La Revue Belge en el que afirma: «No basaremos el régimen futuro en sistemas democráticos que decididamente no convienen a nuestro pueblo»; era una convicción profundísima nacida del fracaso de la democracia en 1931, en 1934, en 1936. Ese mismo día doña Carmen Polo de Franco devolvía en Bilbao las joyas de la Virgen de Begoña y el joven alcalde de la ciudad, el ingeniero monárquico José María de Areilza, pronunciaba encendidas palabras de elogio a Franco y de repudio a los dirigentes separatistas, poco antes de invocar a la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini en otro discurso próximo.

Se comunica un avance de la cosecha triguera de 1937, que es desbordante: 1.198.000 quintales en la zona, frente a los 1.500.000 para toda España en la cosecha anterior. Esto significaba la abundancia de pan frente a la espantosa penuria de la zona enemiga.

Las excelentes previsiones para esta cosecha habían impulsado a un clarividente grupo de técnicos de la economía en zona nacional —entre los que destacaban el ingeniero Dionisio Martín Sanz y el letrado Pedro González Bueno— a proponer, con ejemplar insistencia, a las autoridades del Estado —Jordana y Franco, por medio de la decisiva influencia de Ramón Serrano Súñer— un Decreto-ley de Ordenación Triguera, que tras muchas vicisitudes vio la luz el 23 de agosto de 1937, en medio de una invocación que se haría clásica: «Arriba el campo».

El decreto solucionaba de una vez por todas los problemas endémicos del agricultor pequeño y medio, sometido antes al arbitrio del almacenista, que incumplía sistemáticamente las normas sobre tasas. El decreto garantizaba al agricultor un precio mínimo y un pronto pago por su cosecha, y motivó un afianzamiento de la adhesión del campo castellano al régimen de Franco, que se conservó durante décadas. Franco apoyó personalmente la nueva ordenación triguera, en cuanto advirtió que respondía de lleno a sus criterios populistas en favor de las clases medias.



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